Chic@s de 4to año A y B...
Esta actividad la deberán presentar la próxima semana (del 29 de abril) junto con el esquema de llaves en limpio, que se empezó a trabajar en clase.
A continuación encontrarás un fragmento que
habla de los sueños. Elabora su
ESQUEMA DE LLAVES, con los pasos que se explicaron anteriormente.
"La
observación de los animales durmiendo en el zoo, mediante el empleo de la
cámara de televisión de rayos infrarrojos, nos ha facilitado el conocimiento de
cosas de las que podemos sacar importantes conclusiones. Los científicos
sentados junto al receptor en la habitación próxima tuvieron la impresión de
que los animales eran asustados frecuentemente durante la noche por angustiosas
pesadillas.
¿Es que
pueden soñar los animales? Gracias a los perros, el animal que con más
frecuencia y detalle podemos observar mientras duerme, sabemos que en ocasiones
se agita, se lame y saliva como si estuviera comiendo un trozo de su
manjar preferido; en otras ocasiones gruñe, ladra y agita el rabo y las
patas en el aire como si participara en una cacería. Frecuentemente levantan las
orejas o se comportan de un modo que lleva a pensar que están haciendo el acto
de amor. Sus ladridos siempre suenan como si vinieran de lejos y esto se debe a
que el perro dormido casi no abre el hocico.
De repente,
en medio de su sueño, el perro salta, se pone de pie y adopta la postura de
amenaza, con los dientes fuera y el hocico fruncido. El observador en casos así
tiene la impresión profunda de que el perro busca alguna cosa que hubiera
desaparecido. Una sorpresa increíble, una gran desconfianza experimenta el
perro que se va despertando poco a poco. Hasta que recupera su consciencia de
manera paulatina y se tranquiliza. ¿Se da cuenta el perro de que ha soñado?
¿Confunden los animales los sueños con la realidad? ¿Están siquiera en
condiciones de recordar lo soñado? Desgraciadamente, ningún animal puede darnos
respuesta a estas preguntas. Lo que sí podemos hacer es tratar de sacar algunas
consecuencias de su comportamiento. Así cuando el dueño de Harro nos cuenta que
algunas mañanas, al despertarse y sin ninguna razón que lo justifique, su perro
actúa con él como si estuviese molesto u ofendido, puede deducirse que soñó que
su dueño se comportaba injustamente con él. En los días en que mi hija Nicola
era todavía un bebé, experimenté con frecuencia la sensación de que confundía
el sueño con la realidad. También sabemos algo más en este terreno: podemos
"llenar" el sueño de un perro con un variado "contenido de
vivencias". Si al darnos cuenta de que está en estado de ensoñación
movemos cuidadosamente su hocico con la mano, veremos que tratará de cogerla
como si fuera un conejo, si, en esas mismas circunstancias, le damos a
oler unas agujas de abeto, comenzará a hacer movimientos como si estuviera en el bosque. El olor a huesos o carne
desatará en él un agradable masticar y se limpiará el morro con la lengua. En
los gatos, debido a su carácter poco dado a demostrar sus sentimientos, los
signos externos de sus ensueños son más raros, lo mismo que sus
reacciones. Sin embargo, se ha podido observar que a veces, mientras duermen,
ronronean, bufan y sacan las uñas. En tiempos pasados, las vivencias bélicas
tuvieron que ser para los caballos
uno de los ingredientes de sus terrores. Los que en el transcurso
de una batalla recibían fustazos, heridas punzantes o de bala, sufrían posteriormente
pesadillas en las cuales eran atormentados por esos recuerdos. Relinchaban con
fuerza, coceaban, mordían y se agitaban como
si estuvieran agonizando. Un pequeño ejemplar de mono de África del Norte que
el doctor Heusser, del zoo de Zurich, se llevó a vivir a su casa, dejaba oír en
sueños una especie de
susurro: el sonido que estos monos lanzan cuando se han perdido o se encuentran
en peligro. Si una horda oye ese grito suave, de inmediato emprende la
búsqueda. ¿Significa esto que los monos de los zoológicos sueñan con los
tiempos en que todavía vivían en la selva? Cuesta trabajo observar
a un canario o a un periquito cuando duermen agotados, con los ojos cerrados y
el pico entreabierto por el que dejan escapar un leve trino.
Pero esto basta para probar que los pájaros también sueñan,
aunque sea relativamente poco. Disponemos de dos medios para establecer con
seguridad si un animal sueña o no: el primero consiste en registrar su
actividad cerebral mediante el electroencefalógrafo (EEG), que recoge, durante
el dormir, impresiones muy
distintas según el observado esté soñando o durmiendo
profundamente. En vela el registro también es distinto. El segundo método es la
observación de los movimientos del globo ocular, que también puede ser registrado eléctricamente. Los investigadores
oníricos han observado que cuando un hombre dormido sueña, sus
globos oculares se mueven bajo los párpados cerrados, van animadamente de un lado para otro, como si el soñador se
encontrara frente a una pantalla de televisión.
Esos
movimientos del globo ocular se dan igualmente en los animales superiores
cuando ensueñan, durante la llamada fase REM (del inglés “rapid eye movement).
Esto se considera como indicio seguro, irrefutable, de que también estos
animales están viviendo en esos momentos en su fantasía, totalmente ajena a la
realidad, dramáticos acontecimientos. Con esos métodos se ha podido demostrar,
hasta ahora, que los siguientes animales viven el fenómeno onírico: perros,
gatos, ratones, zarigüeyas, conejos, ovejas, cabras, asnos, macacos,
chimpancés, así como algunas aves. El estudio de las tortugas y otros reptiles
descubrió algo sorprendente: conocen el sueño profundo normal, pero no ensueñan
nunca. Los anfibios y los peces todavía no han sido investigados
científicamente para descubrir si poseen esa facultad ensoñadora.
Se ha
estudiado igualmente cuánto tiempo sueñan el hombre y otros animales.
En el ser
humano el juego nocturno entre el dormir y el ensoñar se desarrolla del
siguiente modo: inmediatamente después de presentarse los primeros síntomas de
adormecimiento, comienza una pausa de dormir profundo que dura entre los
cincuenta y los setenta minutos. La sigue una fase de ensueños que dura,
aproximadamente, unos veinte minutos. Esto se va repitiendo en el transcurrir
de la noche a un ritmo de ochenta o noventa minutos. Consecuentemente, cada
persona normal sueña tres o cuatro veces en la noche, es decir, algo así como
el 20 por ciento del tiempo que dura el dormir. Por lo general uno no recuerda
los ensueños, que se olvidan rápidamente. Si el despertar tiene lugar antes de
que hayan transcurrido diez minutos después de la terminación del ensueño, uno se
acordará de él, con mayor o menor detalle; pero si transcurre un tiempo mayor
entre el ensueño y el despertar todo recuerdo desaparece. Esto está demostrado
experimentalmente por personas que se ofrecieron voluntariamente para someterse
a la experiencia y a las que el profesor W.C. Dement despertó durante la noche,
en pleno periodo de ensueño, y que pudieron describirle con todo detalle qué
era lo que estaban soñando al ser despertados.
La opinión,
expresada anteriormente, de que una visión que al término del ensueño parecía
muy larga era realmente sólo una aparición sacada del archivo del
subconsciente, ha sido desmentida por las nuevas investigaciones en este terreno.
Cada sueño dura aproximadamente unos veinte minutos; desde luego esto se
refiere tan sólo a los seres humanos entre los diez y los cuarenta años. Los
ancianos sueñan menos, sólo un trece por ciento del tiempo que duermen, que
suele ser unas seis horas. Los niños duermen más y sueñan más, sobre todo
cuando tienen menos edad. Los recién nacidos se pasan soñando la mitad de las
dieciséis horas que duermen al día. En los prematuramente nacidos los
investigadores han probado que el periodo de ensueño puede ser hasta del ochenta
por ciento de todo el tiempo que duermen. Y su cerebro trabaja con tanta
actividad como si estuviera creando las más extremadas fantasías"